martes, 15 de marzo de 2011

Laberinto hermenéutico

La cruz de Cristo nos salva del laberinto circular de los estoicos
S.Agustín, La ciudad de Dios

Según Borges, el peor de los laberintos no es aquella forma intrincada en la que podemos quedar atrapados para siempre, sino la precisa y simple la línea recta: de un vistazo vemos el principio y el final, no hay más misterio. La inmediatez y simplicidad de tener todo en una simple mirada puede ser el peor castigo.

Para el mismo escritor, no obstante, el peor de los laberintos es aún más fatídico: es la inexistencia del mismo "En el laberinto hay un centro, aunque ese centro sea terrible y sea el Minotauro. En cambio, no sabemos si el universo tiene un centro. Posiblemente no sea un laberinto, sea simplemente un caos, y entonces sí estamos perdidos. Pero si hay un centro secreto del mundo, ese centro puede ser divino, o puede ser demoníaco; da igual, porque estamos salvados, porque entonces hay una arquitectura"


Curiosa la idea de que lo peor no es el hecho de que exista una idea que nos lleva al colapso y a la inefabilidad extrema, sino la inexistencia de la misma.
De hecho, el riesgo más grande de nuestra comprensión cultural de apariencias, representaciones y claves es que estos conceptos desaparezcan: como ejemplo tenemos las consecuencias que acarrean el ejercicio distópico de G. Orwell, 1984, o la espeluznantemente razonable máxima del joven Wittgenstein, "De lo que no se puede hablar, mejor callar"

1 comentario:

g dijo...

egroeg, sozarba
(ueihtam egroeg) "etrap arto ne átse arutneva al" odreucer
adud nis
sotnirebal ed dadisecen: nóixelfer atse ochcum odatsug ah em

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