viernes, 27 de agosto de 2010

Arte poética, Borges

Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos como el río
Y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
De los días del hombre y de sus años,
Convertir el ultraje de los años
En una música, un rumor y un símbolo,
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
Nos mira desde el fondo de un espejo;
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
Lloró de amor al divisar su Itaca
Verde y humilde. El arte es esa Itaca
De verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable.


miércoles, 18 de agosto de 2010

Barcelona-Berlin-Donosti

Ni la distancia hace el olvido ni los años cierran todas las heridas; existen tantas mentiras en nuestro querido sentido común como gotas en el mar o personas en el metro. La vida se sucede y los hogares se multiplican; las verdades se mantienen erguidas en sus tronos intocables y yo confío, como siempre, en las infinitas posibilidades del ser, en la belleza de lo posible. Los años pasan y dicen que crecemos, cambiamos, sin embargo, sigo sin creer en la relación causa-efecto o en la progresión líneal (y ascendente) de mi personalidad. Por tanto, no tengo más que decir que gracias a todos lo que cantaron bajo la lluvia conmigo, vinieron a recogerme a tantas estaciones de autobus perdidas o no dudaron en invitarme al café milagroso cuando el gris se dibujaba en mis pupilas. Gracias, muchas gracias a todos los que no os quedasteis inmóviles al borde del camino.

Vueltas del S-Bahn

Alemán. 21 años. Vivia en el sentido más fuerte de la palabra; reía con ganas, dormía con sueño y no dejaba de soñar, pintar y tocar música; todo le resultaba nuevo, interesante. No existian los horarios ni las visitas de cortesía, ni existian los bienes materiales para él. Compartió ciertos metros cuadrados y mil historias conmigo.

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Estudiante de alemán I, 28 años. Buscaba algo en esta ciudad; aún no sé si una respuesta o una vía de escape. Se preguntaba muchas veces al día si, tras tantos años, tras tanta formación y tanta introspección se era fiel a sí mismo, si no estaba renunciando demasiado a su parte dionisiaca; conocía todas las verdades que la filosofia nos ha venido otorgando, y como tantos, se sentia incapaz de ponerlas en practica.

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Estudiante de alemán II, 29 años. Tras mil vueltas y un par de salidas forzosas, esperaba de esta ciudad un salvoconducto hacia la vida que se había propuesto construir. Me agarraba de la mano, tomabamos el U-Bahn hacia cualquier lugar y sonreía mientras él rastreaba la ciudad pidiendo datos, anotando canciones y fotografiando cualquier elemento postmoderno.

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Estudiante de alemán III, 19 años. La cerveza, la música electrónica y la buena compañía la hicieron enamorarse perdidamente de la ciudad y sus habitantes

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