En la letanía de una tarde lluviosa, en una plaza de Barcelona, ella apareció;
Se descorrieron las cortinas del telón,
era el primer día del mundo,
todo volvía, de golpe, a "existir" (como si la piedra nunca hubiera estado ahí)
Otro soliloquio que camina.
Tanta poesía junta, inconexa, convexa, en ráfagas; tanta poesía que abandona sin ningún miramiento. Tanta poesía cosida y recosida de belleza y sin corazón.
[Nos engañan los relojes diciendo que todas las horas pasan a la misma velocidad. Que toda velocidad es la misma y que todo sucede en un orden líneal y al mismo ritmo. Tic-Tac. Tic-Tac. Hay horas que regalaríamos al tiempo, siglos que se resumen en segundos y minutos para desear décadas. Nos engañan vilmente todos los relojes]