miércoles, 17 de septiembre de 2008

Llamalo X

Sucedió una vez, no hace mucho tiempo, que me encontré con una antigua amiga a la que solía denominar como la eterna viajera. Tan pronto la vi, mi mente comenzó a visualizar una ráfaga de imágenes suyas. Ella iluminando a los oyentes con sus palabras y su risa, ella pensativa y dichosa, ella profusa y dichosa. La sombra de sus hijos que había aparecido reemplazando al usual brillo me pareció inverosímil. Y real, sin embargo, ella, que viajaba en trenes extraños y saludaba a desconocidos, ahora encontraba tope en su techo, ahora sabía lo que era llegar hasta arriba para allí mantenerse. Ahora, por primera vez, sentía en sus propias carnes el hastío y el tedio de la libertad. Porque, aunque muchos no se den cuenta, lo que más asusta al ser humano es el mismo. Su libertad.
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