Escribo estas líneas por dos motivos principales: mi memoria simplista que dentro de unos años no recordará nada de este lluvioso día en Barcelona y creerá que fue una bonita jornada estival y mi fe en el odio como elemento transformador.
Odio la ligereza con la que se toman las palabras pesadas,
la doble dirección de los significados,
la vaguedad de algunos verbos,
lo ausente en el discurso.
Odio las infinitas estructuras del abandono,
las frases (des)hechas como el ya te llamaré
Odio las drogas cuando ya no hacen efecto,
la soledad forzosa,
los microodios que me habitan
Odio las sábanas que no arden,
la incomodidad en la intimidad,
los silencios mal llevados.
Pero en especial odio a las personas cuya vida no tiene espacio,
a todos aquellos que se repliegan en sí mismos,
aquellos que no juegan y sin embargo ganan
que no me dejan jugar, y sin embargo, me hacen perder.
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1 comentario:
pues si, eso y mucho más, mira que no somos rencorosas... odiar odiar odiar... jajaja. un beso de los gordos!!!!!!!!!! estamos pronto. espero
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