miércoles, 17 de septiembre de 2008

Llamalo X

Sucedió una vez, no hace mucho tiempo, que me encontré con una antigua amiga a la que solía denominar como la eterna viajera. Tan pronto la vi, mi mente comenzó a visualizar una ráfaga de imágenes suyas. Ella iluminando a los oyentes con sus palabras y su risa, ella pensativa y dichosa, ella profusa y dichosa. La sombra de sus hijos que había aparecido reemplazando al usual brillo me pareció inverosímil. Y real, sin embargo, ella, que viajaba en trenes extraños y saludaba a desconocidos, ahora encontraba tope en su techo, ahora sabía lo que era llegar hasta arriba para allí mantenerse. Ahora, por primera vez, sentía en sus propias carnes el hastío y el tedio de la libertad. Porque, aunque muchos no se den cuenta, lo que más asusta al ser humano es el mismo. Su libertad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues si, lo que más asusta al ser humano es su libertad, porque la libertad nos deja ser libres, nos hace pensar. Es incertidumbre, es no controlar nada, y nos da miedo no tenerlo todo bajo nuestro dominio, no saber lo que nos esperará mañana. Es mejor quejarnos de la rutina que acabar con ella, porque qué sería de nosotros sin el orden, caos, y nos da miedo, aunque sepamos que el caos, si es sosegado, es algo bello y deja de ser caos para ser vida, y vivir. Vivir y no sobrevivir, porque no aspiramos más que a sobrevivir; aunque hayamos vivido antes, porque forma parte de nuestros instintos; porque el orden da seguridad a la supervivencia.

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