
Aún no ha empezado a hacer frío en Barcelona. Miro hacia atrás, y veo su espalda iluminada por dos rayas de luez que la persiana admite. Observo su cuerpo, pesado, plomizo, cansado. No se despertará. Tal vez nunca haya despertado de su sueño. Mi habitación está muy desordenada. Cada objeto parece haber obtenido el permiso de volar al lugar que más le guste. Tengo demasiados libros prestados, y demasiados libros vencidos de demasiadas bibliotecas diferentes. A la luz de un cigarro intento avistar la esperanza entre la oscuridad. Hoy no, no hay esperanza. La noche se va a convertir en mañana y yo cambiaré las sábanas y me prometeré que devolveré todo los libros y tal vez no vuelva a tener un cuerpo durmiendo al lado.